martes, 10 de septiembre de 2013

La forja de un rebelde

Ésta va a ser una reflexión escrita ya hace bastante tiempo, pero una vez releída me parece que tiene total vigencia ahora mismo. Dicha reflexión parte de una lectura y su comentario; el libro es "La forja de un rebelde" de Arturo Barea, en tres tomos: "La forja"," La ruta" y"La llama" (debe haber muchas ediciones de la misma), y mi comentario personal es el que sigue:
Este relato autobiográfico tiene mucho más valor que el simple interés literario o dramático, pues una vez consumido es un proverbial grito de libertad: liberador del autor que lo escribe al volcar en él sus miedos, iras, frustraciones y esperanzas, liberador para aquél que lo lee al sentir y conocer de primera mano la lucha por una libertad colectiva e individual como suya propia. Además, como fresco histórico resulta revelador, mil veces más recomendable que cualquier manual de Historia de España que se precie.
El hecho de fondo, el que articula toda la obra, es la guerra civil española, aun cuando ésta no aparece delante del lector, brutal y descorazonadora, hasta el último volumen. Los dos primeros describen y reviven las décadas iniciales del siglo XX en España, pero detrás de cada capítulo vemos la premonición de una guerra absurda y fatal, quizás como todas. El conductor de este viaje es el propio autor que nos relata su vida desde la infancia, aunque lo que vemos, olemos y sentimos a través de sus ojos es la España del momento, los fenómenos que tuvieron lugar, los procesos históricos que se desarrollaban. Todo a través de las vivencias del protagonista, de sus experiencias vitales que nos descubren la España rural con sus miserias y sus luces, la educación clasista y paternalista en manos de la Iglesia, la rigidez familiar y social, la ciudad y Madrid, los conflictos políticos y de clases, el activismo y los movimientos sociales y políticos inconformistas, etc. Son tantos los temas que perderíamos el sentido. Arturo Barea nos los muestra con crudeza, toda la realidad de la época a nuestro alcance. De niño vive con sus tíos, él bueno en el fondo, ella una remilgada aburguesada, mientras su madre, sola en el mundo, revienta lavando en el río para ofrecer a sus hijos algún futuro esperanzador. Barea estudia con los jesuitas y parece que su futuro está asegurado hacia una buena situación social y económica bajo el paraguas de sus tíos y gracias a su inteligencia rápida y viva. Sin embargo, la muerte de su tío precipita los acontecimientos al asistir como espectador a la codicia de los familiares y la ruindad de su tía que pretende separarlo de una madre que sacrifica su amor maternal. El protagonista está forjando su rebeldía y es en ese instante cuando comienza a dar síntomas al rechazar la protección de su tía, reclamar su independencia dejando el colegio y poniéndose a trabajar tempranamente. Su inteligencia y el aprovechamiento de los estudios le llevan a realizar trabajos de clase media, hasta que entra en un banco como “chupatintas” de cuello duro que esconde su miseria enfundándose un traje. Madura y conociendo la realidad de su barrio, del trabajo, de su ciudad, de su país, va adquiriendo una conciencia social que le hace aproximarse a la izquierda del momento. El devenir del país le conduce a la guerra entablada en Marruecos donde pasará tres años como observador participante de una infamia, con la corruptela de los militares, las miserias de los soldados y la mezquindad de los políticos de fondo. En su estancia en Marruecos será cada vez más consciente de los problemas de España y de la necesidad de un cambio que dé protagonismo al pueblo, a los oprimidos, pero sin sectarismos o peleas absurdas. Sin embargo el cambio llegará de la mano de un general, Primo de Rivera, que no suscitará cambio alguno que satisfaga las esperanzas de Arturo. Por el contrario, todo se encamina hacia el desastre. Aunque la llegada de la República suscita los mejores deseos del protagonista, pronto será consciente de los conflictos que se plantean. Vivirá estos años como trabajador acomodado en una oficina de patentes, aburrido de su matrimonio y con una amante que no va más allá de una distracción. El rumbo del país así como su vida sentimental y profesional le disgustan y en éstas llegará una guerra que supondrá una verdadera catarsis personal. A través de sus vivencias en la guerra, sobre todo como censor de la prensa en el Madrid sitiado, además de sus breves estancias en la retaguardia, nos imbuiremos una vez más en las miserias y las bondades de un país y sus gentes. Conoceremos la peor cara del conflicto, los bombardeos, los asesinatos indiscriminados y arbitrarios en los dos bandos, lo codicia y las ansias de poder, pero también la mejor, la hermandad de los combatientes, la solidaridad, la generosidad y el amor, en este caso a través del propio Arturo que lo encuentra en la austríaca Ilsa. Pero la guerra, las batallas internas en el bando republicano, la ruindad de alguno de sus superiores y los bombardeos continuos, hacen mella en el protagonista y le enferman hasta el límite, haciéndolo incómodo para sus superiores como censor de la prensa y la radio donde comienza a sentirse como escritor a través de sus charlas. La única solución que se les presenta a ambos es salir del país, repudiados y mal vistos por su relación. Cruzan la frontera y viven una temporada en París donde conocen el hambre y el rechazo de un sector del país que contempla la posibilidad de una nueva guerra mundial. Allí van sabiendo de la mala marcha de la guerra para la República y Arturo escribe el libro que tenemos entre las manos. Por fin, hastiados de su situación, deciden emigrar a Inglaterra.
Arturo Barea nos cuenta más que su vida, la vida de un país que esperaba el cambio, que ha sido derrotado, pero que se ve fuerte para alcanzar una victoria que el ya no verá. En este libro se vuelca completamente para hacerse a sí mismo un servicio como terapia psicológica, y un servicio a las gentes de España, a esas que aspiran a una vida feliz, digna, justa, una vida en libertad. Son esas necesidades las que le llevan a escribir esta obra monumental, en un estilo crudo y realista, duró y áspero, como aquella España turbulenta y bipolar. Sus descripciones y diálogos consiguen transmitir esa sensación de país tal y como él lo sintió, sin florituras, real, vivo. Al final, nos deja algo más que un testamento, incluso algo diferente, un grito, una premonición, un manifiesto de lucha y rebeldía por algo que, como él señala, puede parecer vacío o sentimentalista, pero siempre necesario y a la espera, un mundo libre, justo y en paz.

No obstante, una vez reposada la lectura, quizás el objetivo del autor no residía tanto en la narración de la historia de un país o en un grito liberador que haga hincapié en la necesidad de cambios políticos y sociales. Tampoco se trata de redimirse a través de la exposición pública de su vida. No es tanto un llamamiento a la lucha por los desfavorecidos. Una vez digerido completamente me inclino a pensar fervientemente por lo que en esencia sería una obra destinada a afirmar una idea por encima de todo: el ser humano es lo importante, su calidad, por encima de ideologías, partidos, sindicatos, clases, doctrinas. Por ese motivo Arturo Barea se acerca y estima a todo aquél en el que aflore esa humanidad en términos de comprensión, de justicia, solidaridad, empatía hacia el prójimo, siendo insignificante si se trata de un cura, un mísero campesino, un comunista o anarquista, un católico conservador, un acaudalado comerciante, una prostituta, un general. He ahí el dilema para el autor, he ahí la clave de la existencia humana.
Existe serie de televisión producida en sus tiempos por Televisión Española y dirigida por Mario Camus. Me entero tarde, no la he visto nunca, creo que hace no mucho aún la emitieron en La 2, ya habrá tiempo.. (y me lo creo).



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