lunes, 2 de septiembre de 2013

Guía de descarriados

No sabía muy bien con qué entrada comenzar, quizás con alguna experiencia pasada relevante y significativa, pero tras mucho cavilar  opté por lo más sencillo, reflejar la última de esas experiencias.
En este caso se trata de la obra de Maimónides (Moisés ben Maimón) "Guía de descarriados". El célebre filósofo sefardí, nacido en Córdoba en el siglo XII, redactó este tratado dirigido a uno de sus discípulos, con la intención de dirigir sus pensamientos por el buen camino, de ahí el título de la obra.
En realidad, esta guía fue redactada en Fustat (Egipto), puesto que Maimónides, como otros muchos judíos andalusíes, tuvo que huir en el siglo XII debido a la persecución e intransigencia de los almohades que vino a quebrar el aparente oasis andalusí de tolerancia. Era esta una época de confusión entre las comunidades judías entreveradas en el Mediterráneo islámico y cristiano. Por un lado la persecución y, por otro, la desorientación religiosa. Por lo tanto la obra, no sólo es un escrito dirigido a su discípulo, también es una epístola dirigida a toda la comunidad judía en la que Maimónides era reconocido como una gran autoridad. No era nada nuevo, este tratado, redactado poco antes de su muerte, ya había tenido sus antecedentes en otras epístolas dirigidas a comunidades como la del Yemen, que solicitaban consejo ante las turbulencias religiosas acaecidas.
Pero qué era eso que perturbaba las creencias religiosas de los judíos y los dejaba perplejos (el otro título por el que es conocida la obre es "Guía de los perplejos"). Se trataba de una corriente de pensamiento religioso, quizás escuela filosófica y teológica dentro del Islam, que había atraído a muchos judíos. Eran los mutacálimes, contra los que Maimónides dirige sus críticas al considerar que pervierten la religión judía con sus ideas. Estos mutacálimes realizaban un intento especulativo para demostrar la existencia de Dios y su naturaleza, aproximándose a la física y la lógica de Aristóteles.
En la "Guía de descarriados" el filósofo y médico cordobés critica y ataca las proposiciones de esta escuela y propone un método para acercarse a la verdad y al conocimiento de Dios. Maimónides se basa en una lectura exegética de las Escrituras, analizando palabras y expresiones de éstas, ya que afirma que muchas de estas tienen un sentido alegórico o metafórico que si no se comprenden confunden a los estudiosos y creyentes. Por otra parte, también se basa en los doctores y sabios judíos y, sobre todo, intenta conciliar la filosofía de Aristóteles con esta demostración de la existencia de Dios y el conocimiento de su esencia. Para ello, inspirado en parte en Averroes, alude en sus razonamientos a la física y lógica aristotélica, aunque poniendo límites.
El principal límite es considerar que no todo el mundo puede aproximarse de la misma manera al conocimiento de la verdad, existe una élite de doctores y sabios en un extremo que por sus capacidades innatas, su educación y esfuerzo al estudio, son valedores de unas mayores posibilidades de éxito, mientras que el "vulgo" deberá dejarse guiar por los anteriores para alcanzar a entender una mínima parte de aspectos básicos. La otra limitación de su ejercicio especulativo desde posturas parcialmente aristotélicas, es el hecho de que aquello que no se puede conocer, entender o explicar, lo es porque Dios y su esencia son inabarcables, no se puede llegar a su conocimiento en su totalidad dada su naturaleza perfecta muy por encima del ser humano que es su obra creada.
No obstante, uno de los aspectos en los que insiste en esta obra y que sí se puede conocer y demostrar, es la unicidad de Dios y su perfección, perspectiva desde la que ataca sin paliativos la postura de los motacalimes y el dogma cristiano sobre la Trinidad.
Estamos ante una obra de una gran belleza respecto a los esfuerzos especulativos de Maimónides, llamando la atención la crítica exegética de los textos sagrados del judaísmo. Es esta una Suma Teológica como la que propondría poco después Santo Tomás de Aquino en sus esfuerzos por probar la existencia de Dios. No obstante, desde el punto de vista, ya no científico, sino lógico, adolecen ambas obras de parecidos problemas. Tanto en Maimónides como en Santo Tomás, Dios es la explicación de Dios o Dios es perfecto y es causa de todo y de sí mismo. Existe un discurso teleológico en ambos, puesto que la existencia de Dios es el fin último de su discurso, por lo tanto ya se da por hecho tal caso y eso condiciona toda la demostración posterior. En el caso del filósofo sefardí, las posibles contradicciones lógicas o lagunas en sus razonamientos se solucionan además con la imposibilidad de conocer totalmente a Dios. Por otro lado, Maimónides, como otros, utiliza como fuentes, ya en su sentido literal o alegórico, las Escrituras, las cuales se someten a crítica literaria pero sin dudar se su total veracidad y la fiabilidad de sus autores, cuestión que ni se plantea.
Obviamente es fácil atacar la obra de estos filósofos de esta manera hoy en día, pero hay que tener en cuenta los siglos en la que discurre, época en la que no era fácil acudir a los filósofos clásicos para explicar asuntos teológicos. Esta cuestión no deja de ser relevante dado que tanto Averroes, como Maimónides, como Santo Tomás de Aquino, recibieron antes o después los ataques furibundos de las corrientes más ortodoxas. De ahí conservó pues, la belleza y sutiliza de los razonamientos de Maimónides y la calidad de su conciliación con la filosofía de Aristóteles en la línea de los filósofos musulmán y cristiano ya citados.
La lectura de esta obra la he realizado a través de la edición de la editorial Renacimiento dentro de su colección Biblioteca Judaica, a cargo del Centro de Estudios Andaluces, publicada en Sevilla en el año 2012. Dicha edición, introducida brevemente por Marciano Martín Manuel, refleja y reproduce en edición fascimilar la publicación de 1931 del Instituto Maimónides, y recoge el primer libro de la obra de Maimónides.


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